Un chubasco cubrió por completo aquella pequeña ciudad de provincia, esto parecía un milagro, casi una bendición pues desde hace meses ni una gota de agua había caído del cielo, por lo que se esperaba que los pastos crecieran y el paisaje enverdeciera. Dicho lugar también fue escenario de constantes batallas que se libraron durante ya tres años consecutivos, fue una guerra civil que cobró muchas vidas entre hombres y mujeres nacidos en el mismo suelo. Fue una lucha de poder entre dos bandos que tenían ideas completamente distintas. Uno quería cambiar el rumbo de su nación para hacerla mas prospera. El otro deseaba seguir conservando los privilegios reales y exclusivos de un pasado no muy lejano de aquel entonces. Esta guerra al fin terminó y los primeros fueron los triunfadores, ahora había que esperar ver que iba a suceder.
La lluvia cesó y aquel olor a tierra mojada se presentó, quitando aquel hedor a sangre y a
pólvora que tanto se manifestó en los últimos meses. En aquella pequeña urbe había una posada muy elegante que tenía abierta sus enormes puertas de madera con bellísimo grabado de par en par, ya que algo inigualable iba a suceder en este lugar, ¡y esto era la visita y estancia del presidente de la nación! Todos estaban emocionados pues nunca había pasado algo así y quien sabe si se repetía este evento, así que se debía dar lo mejor de cada uno.
Se tenia previsto que aquel presidente llegaría entre este día y al siguiente temprano, para que se hiciera una gran tertulia esa misma noche y a la mañana siguiente proseguir el camino con rumbo a la capital. Pero había un problema, nadie había visto antes a ese presidente, no consiguieron ningún retrato ni hablado ni pintado, ni siquiera sabían cual es su nombre, solo sabían que entraría acompañado de una gran comitiva y este se pondría en medio de ellos y debía ser atendido lo mejor posible. La gente de la posada había preparado los mejores platillos que tenían a su alcance y habían dejado inmaculadas las mejores habitaciones que estas tenían, todo estaba listo así que solo quedaba esperar.
Transcurrió el día y la tarde sin novedad alguna, todo estaba en silencio profundo, parecía que todo se había quedado atrapado en el tiempo, nada se movía, nadie respiraba ni resoplaba, ni siquiera el viento. Hasta que de pronto escuchan las herraduras de algunos caballos a lo lejos, pero eso no es todo, también se escucha un carruaje, de pronto se escucha un eco – ¿Oh dios será el presidente? Todos corrieron a sus puestos para esperar a ese huésped tan distinguido y atenderlo lo mejor que pudieran. Ya estando en sus puestos el dueño de la posada esperaba ansioso justo afuera del establecimiento, en ese momento ve llegar un carruaje negro y austero jalado con dos caballos que se veían cansados y viejos, el cochero era un tipo que escondía la cara con su sombrero de copa y una capa que no le permitía ver su rostro; todo parecía ser muy extraño para el dueño, pero aun así eso no lo inmutaba ya que quería saber quien era el que estaba adentro de la carreta. De pronto se escuchó que adentro de la carreta se habían levantado para descender, baja aquel cochero extraño y se dispone a abrir la puerta con rapidez, se lleva una gran impresión.
Desciende un hombre de silueta pequeña, su altura no rebasaba el metro y medio, de complexión delgada, de facciones indígenas muy marcadas y de mucha sobriedad en su vestir, pues tenía puesto un traje sastre de color negro acompañado de un sombrero, el cual al momento de quitárselo le restó aún más estatura. El dueño de la posada no daba crédito a lo que veía ya que no esperaba a ver un hombre con esas cualidades físicas, – ¿será el presidente, algún mensajero que viene a avisar que tuvo el presidente un ligero retraso y llegará mas al rato o una broma?, pensó- Ese hombre misterioso se acerco a la puerta y le pregunta al dueño ¿Disculpe, aquí es el evento que se llevara a cabo por el triunfo de los liberales? -Si así es señor, imagino que usted es parte del cuerpo presidencial ¿verdad?, aquel hombre misterioso sonrió, – por supuesto, hubo un ligero atraso con los demás miembros, así que me dijeron que adelantara el paso y les avisara que se tardarían un poco en llegar. El dueño sorprendido por esa respuesta se cuestiono lo siguiente: ¿Entonces por qué no llego el presidente en lugar de este empleado? – Posiblemente el es una avanzada para evaluar el lugar, a lo mejor en cuanto llegue toda la comitiva les dirá como está el lugar, entonces hay que tratar bien a este señor para quedar bien con el presidente.
Señor acompáñeme yo mismo lo llevaré a su habitación. Los dos entraron a la posada y los empleados se sorprendieron al ver a tan particular huésped, ¿Y los demás? – se preguntaron todos en silencio. Regresa el dueño y les comenta la situación, nadie daba crédito, el dueño les explicó y exclamó- ¿Les quedo claro?, todos asintieron con la cabeza, pues en cualquier momento podría llegar la demás comitiva, incluso el presidente. Pasaron dos horas y se escuchó el sonido de una campañita que comunicaba de la habitación a la recepción, asignaron a una sirvienta mulata para que lo atendiera, ella de mala gana fue a su habitación, toca la puerta y aquel hombre abre. ¿Qué es lo que quiere?, -contesta de mal modo la
sirvienta, – ¿Podría traerme de cenar y preparar mi baño?, si enseguida, en el camino a la cocina un rechinar de dientes y un paso pesado invaden el camino. La sirvienta estaba indignada y furiosa ¿Como me piden a mi que atienda a un simple indio?, ¡maldita sea! La mulata vuelve a subir las escaleras mas enojada que antes, toca la puerta de nuevo, el huésped abre la puerta sonriente, ella lle entrega la comida con pocas ganas, de pronto le comenta de su baño. -¡Si tanto te quieres bañar prepáralo tu indio igualado!- respondió molesta y enojada, en ese momento el pequeño hombre se queda callado y sonríe frente a ella. De pronto la mujer azota la puerta y regresa peor que antes a su lugar de trabajo, – Ojalá y ya no me moleste ese indio, cuando venga el presidente le hablare de ese igualado.
Así pasó la tarde y la noche y no llegaron mas huéspedes, el lucero de la mañana se asomó discretamente y ya era de día, el dueño recibió un telegrama de que se aproximaba la comitiva del presidente, no tardaría mucho en llegar, así que todos pusieron manos a la obra, unos decían ¡ya vienen ya vienen!, otros gritaban ¡el presidente, preparen todo para el presidente! En un momento todo estaba preparado, un banquete digno de un rey estaba listo.
De pronto llega un hombre de buena estampa, el dueño nervioso se le acerca y le pregunta- ¿es usted el presidente?, -no señor, yo solo soy el anunciante, – contestó, me adelanté para anunciar quien va llegando. -Muy bien, sabe, ayer llego un hombre de baja estatura de ascendencia indígena, dice que igual es parte del comité ¿es cierto eso? – Oh claro que si es mas ese hombre es… En ese momento se escuchan muchos cascos de los caballos y carretas. ¡Todos a sus puestos! Grita el vocero, el dueño de la posada repite exactamente lo lo mismo a sus trabajadores.
El anunciante se pone en la puerta y comienza a exclamar con voz grave y melodiosa los nombres de cada uno de los miembros. El primero en entrar fue un hombre de edad mayor, – Con ustedes el escritor y ministro de Hacienda Guillermo Prieto, una ronda de aplausos se escuchó. Ahora nos acompaña el Procurador General de la Republica el escritor y abogado Ignacio Manuel Altamirano, las aclamaciones continuaron con El Magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Miguel Lerdo de Tejada, en ese momento se anunció el ministro de Gobernación Melchor Ocampo y también a Jesús González Ortega el ministro de Guerra y Marina, así también a muchos más.
Ya habían nombrado a casi todos los miembros del gabinete, pero ¿dónde está el presidente, quién es? Nadie de la posada sabía. En ese momento el anunciante le pregunta donde esta aquel hombre que le había descrito tan detalladamente sus atributos, pues en el ultimo cuarto a la izquierda; es asi que ese hombre se apresuró y fue a aquel cuarto, ¿pero que le pasa, porque tanta prisa?,- pensó el dueño del lugar. A los dos minutos regresa el hombre y exclama lo siguiente: con ustedes el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, ¡Benito Pablo Juárez García! Todos los miembros de la posada no daban crédito a esto ¡ese hombre que mal miraron es el presidente!, entre aplausos, exclamaciones de su gabinete y silencio de los demás, baja el presidente a la recepción. Ellos no dijeron nada, excepto la mulata que lo trató mal, ella salió corriendo y el presidente pidió que la detuvieran, se acercó a la mujer apenada, ella solo dijo – Señor presidente le ruego me disculpe, que bruta fui perdone a esta mensa. Juárez solo le sonrió y le dijo – no se preocupe mujer no pasa nada. después de este incidente todo estuvo a pedir de boca. Una excelente comida acompañado de un buen vino se hizo presente y lo mejor de todo se charlaba en las mesas una esperanzadora visión para aquella nación que sufrió una guerra de tres largos años.
Pasó rápidamente la tarde y la noche, a la mañana siguiente retomaron su camino pues deben estar en la capital para realizar un desfile por haber triunfado en la agotadora y larga Guerra de Reforma.