Aquellas inolvidables reuniones
Por:Osmand Romero
Lic. en Historia
(PARTE 2)
No pasó mucho tiempo para que tuviéramos nuevamente otra reunión, pero ahora sería su casa el lugar acordado, ya que como se mencionó anteriormente no habría preocupación de que cerraran temprano, así que esto me permitiría estar un poco más sereno y poder charlar con el Marqués de Real del Monte. Acompañado de una merienda que para él era muy realmontense, consiste en una taza de té o café, acompañado de unos pastes o empanadas ya sea de papa o fríjol y de arroz con leche o piña. que se vendían cerca de donde fue su casa, junto con unas deliciosas frutas de horno hechas de maíz cacahuazintle, en lugar de eso un rico pan de pulque.
A partir de ese momento se volvió una costumbre para los dos reunirnos en su casa, exceptuando si tuviera algún compromiso, no pudiera o el lugar fuera en otro sitio que en varias ocasiones lo fue como el Tribunal de Justicia de Hidalgo cuando volvió a presentar su libro de la Revolución Mexicana en el Estado de Hidalgo, en la biblioteca de Real del Monte cuando debelaron el mural de escritores al cuidado del agua donde el aparece, mural que lamentablemente eliminó una administración de limitado tiempo y de insuficiente saber de las artes. También fue en el Centro Cultural de Real del Monte donde presentó y prologó dos libros: el primero se llamó Peregrina de Keyla Ochoa Harrys y el segundo fue de Franz Trejo el cual se llama El eterno Centinela de un extraño cementerio. El teatro Bartolomé de Medina donde se realizó la primera sesión de la Academia Hidalguense de la Historia donde ocupó el cargo de presidente vitalicio junto con el Doctor Antonio Lorenzo Monterrubio como su secretario general. Aun puedo recordar su primera conferencia del primer ciclo el cual llevó por nombre “Real del Monte y los Títulos de Castilla” Así como varios lugares más como El Auditorio del Museo del Ferrocarril, Presidencia Municipal de Pachuca, y el Teatro Guillermo Romo de Vivar, o nuestras cenas que se convertían en tertulias literarias en la parte del restaurant del Hotel Emily mirando la iluminación que embellece al reloj monumental. Ahora que veo esto en tiempo pasado me siento afortunado de haberlo vivido.
Era un 24 de julio de 2008 cuando por fin pude conocer su casa, un lugar muy acogedor y bello sin duda alguna. Justo en la entrada se encuentran unos escalones que dirigen a un pasillo donde se encuentra la entrada a su sala y otra donde dirige a su habitación, techado el pasillo teniendo como soporte unas columnas de cantera blanca bellamente labradas que le dan un ligero aspecto decimonónico, frente a este pasillo hay unos bellos rosales que me contó que su madre los había plantado ella misma, más adelante hay un patio pequeño donde se tiene una vista muy bella al panteón inglés y las casas que están a su alrededor. Al final del patio esta su cocina y comedor que son dos cuartos divididos que le da mucha calidez, ya que ahí justamente entra el sol de la tarde. Arriba de la cocina y comedor se encuentra una joya única para él y este es un busto de Sor Juana Inés de La Cruz, mujer icónica de la literatura mexicana; Aun recuerdo cuando me la enseñó por primera vez, orgulloso y con una sonrisa que transmitía el sentido más grande de felicidad y satisfacción ya que él siempre se declaró en más de una ocasión Sor Juanista y el haber obtenido el título de Cronista de Nepantla, lugar donde nació la Décima Musa. A lado de la cocina se encuentra un manzano bello y frondoso el cual da unas deliciosas manzanas de San Juan.
Al entrar al recibidor me percate que el piso es de madera, completamente lisa sin ninguna astilla. En ese espacio se encontraba una sala cómoda acompañada de una mesita, así como también unas mesas de madera al otro lado de la sala. Las paredes estaban pintadas de un amarillo canario, que hacía resaltar sus fotos familiares y pinturas, las cuales armonizaban en distintos tamaños dependiendo la dimensión de la pared. Recuerdo haber visto en dichas paredes un pequeño cuadro donde Rublúo enmarco un pequeño diploma donde se le reconoce por haber dado una donación para que se construyera la Escuela Primaria Julián Villagrán en el año de 1952, esto lo hizo ahorrando de sus domingos. En otra pared se ubica su foto de bodas con su esposa la señora Judith Chávez de los Ríos. En cuanto a cuadros viene a mi mente una pintura que le hizo su entrañable amigo de Molango Elfego De la Vega, representando la arquería de exconvento de Actopan, a lado derecho de la sala se encuentra un aparato de sonido donde se pueden poner discos LP o CD, de los cuales en muchas ocasiones escuche grandes obras maestras de la música clásica de autores inmortalizados como Beethoven, Mozart, Handel, Bach, Telemann, etc. De lado izquierdo de la sala se encuentra su habitación donde en una estante tenía una gran cantidad de libros que muchos de ellos viajaba ya que los usaba para redactar un nuevo artículo, ensayo o libro dependiendo el caso, así como también tenía libros que los usaba para relajarse ya que para el eran amenos, recuerdo haber visto libros de autores como Pio Baroja, Luis G, Inclan y Vito Alessio Robles. También tenía algunos ejemplares de sus libros para regalar, así como también folletos de los que a mí me toco recibir, ese día me regalo su libro homenaje de 40 años de escritor, donde vienen muchos artículos y notas dedicados a él en diferentes etapas de su vida, donde escriben amigos, maestros y colegas de Rublúo. Del mismo modo recibí un libro llamado Juego de Palabras, primer libro que pude leer sobre él y conocer su agilidad, maestría y destreza al momento de crear artículos, así como también su extenso conocimiento al citar libros y autores de literatura, novela, historia, poesía, genealogía y por supuesto el folcklor. Un tercer y último obsequio que me dio esa noche fue una revista de nombre Teotlalpan, el cual es el órgano informativo sobre los trabajos realizados por el CEHINHAC, institución que formalizó el estudio de la historia desde distintos puntos de vista, de los cuales llegue a escuchar algunos nombres como Víctor Manuel Ballesteros quien fuera el primer Jefe de área académica de mi carrera, Arturo Herrera Cabañas y Luis Jiménez Osorio, así también quien Javier Ortega Morel quien me alegró ver en la impresión.