LOS CHIQUIADORES DE LA ABUELA
POR: ELISEO GONZALEZ MEDINA
SIERRITA LINDA.
Mi má solía decirme por las tardes;¡Ya duérmete que mañana vamos con tu abuela!
Apenas pardeaba el sol y ya andaba buscando el petate pa’ dormir, parecía gallina.
Al canto del gallo y con sueño aún, se escucha la voz imperativa de mi amá;
¡Vas pa’ rriba’ por eso te mandé a dormir temprano!
-pus si pero mi apa’ no me dejó dormir-
(Mi pá, siempre prendía el radio en la madrugada para escuchar al jinete de la pradera, posteriormente escuchaba los laboratorios mallo)
Después de tomar un posillo con café y unas secas salimos enca’ la abuela.
Atravesar el bosque con mi morral lleno de lolos con manteca y de vez en cuando desaparecer uno, sin que mi amá se diera cuenta,
(aunque yo creo que fingía no verme)
hacía una travesía agradable.
El sol y sus rayos entre los árboles hacían sombras qué despertaban desde entonces historias imaginarias, una de mis favoritas era ver a Don Quijote de la Mancha, cabalgando a la par, pero el por allá en la distancia, sobre la loma del cerro.
En un claro del bosque y después de brincar la cerca estaba la milpa del tío Juan, o lo que quedaba, pues ya su silueta con su talacho escardando yá solo eran cosas del ayer, mi má entonces callaba y yo entendía su silencio.
Sabía que ella también le hubiera gustado ver al tío de nueva cuenta, dejarle un par de lolos y un jarro de agua.
¡A que tío! a mamá nunca le dije que me gustaba escuchar cuando el decía, ¡pero que grande esta tu chamaco!, yo me esponjaba como guajolote, aunque la realidad es que era chaparro, pues los frijoles a diario no ayudaban, la estatura tardo en llegar, el tío ya no me vió grande, digo si a 1.67 se le puede llamar grande.
Después de pasar el claro del bosque, abríamos la tranca y entrabamos al lugar en donde todo era distinto, era como el país de las maravillas, y ella, la abuela era Alicia, ella tenía su propio mundo aferrada a donde creció, a su lugar en donde la dejaron sus papás.
Las gallinas, los güilos y los perros, hacían tal alharaca que los gritos de la abuela se perdían y solo se escuchaban hasta que sacaba un tizon humeante y los espantaba.
Cierto día la abuela ya no salió, los perros se callaron hasta que se cansaron de ladrar, entonces descubrimos a la abuela sentada en su silla con la mirada perdida,
¡ Y ora’ ma’! ¿que tienes?
Me duele la choya’ mija, pero ya me hice un remedio, entonces le ví dos rueditas de gordolobo en cada una de su sienes, curioso le daba vueltas y vueltas hasta que me dijo, ¡son chiquiadores de gordolobo!
Esa tarde llegué a casa e hice unos chiquiadores, la abuela me dijo que servían para todo, y yo queria crecer, así qué muchos gordolobos se quedaron sin hojas a partir de entonces.
La abuela ya no volvió a ser la misma, mi amá y yo ya pasabamos largo tiempo en el país de las maravillas, llevé una corcholata para cortar los chiquiadores y se vieran más bonitos, se los cambiaba a cada rato en afán de qué mi Alicia volviera a ser la misma.
Con el tiempo empecé a dudar del gordolobo así qué de un lado le ponía uno de tintimuí y del otro ,gordolobo y… ¡nada!
Ahora, ya ni siquiera estaba en la silla, los días los pasaba en la cama.
Mamá dejó de llevarme, aunque yo le echaba corcholatas y ramas de gordolobo en su bolsa, mamá solo sonreía y se marchaba, yo me quedaba en la tranca hasta que dejaba de escuchar sus pasos.
Una tarde me dijo nuevamente, ¡vamos con la abuela! espera ma’ deja corto gordolobo,
¡no!
ya no cortes, amonos’ antes que caiga la noche.
¿y los lolos ma? ¿tampoco?
¡no!
Tomó su rebozo y empezó a caminar de prisa, apenas le podía seguir el paso, cruzamos el bosque, no hubo tiempo de imaginar a Don Quijote, ni siquiera al tío Juan en medio de la milpa, antes de llegar enca’ la abuela mamá saco dos ramitas de ruda, se puso una en su oreja y mientras se agachaba para ponerme una a mí, pude ver su tristeza, y entonces la noche cayó de golpe.
Después de ir a dejar a la abuela al panteón y llegar a casa, tiré mis corcholatas y mi taller de chiquiadores,
a la abuela se le olvidó decirme que en el país de las maravillas no siempre sucede la magia, que la magia desaparece cuando se llega al final del cuento.
Un mes después, volví con mi amá al país de las maravillas, ya no llevamos lolos, con el sol de la mañana volví a ver a Don Quijote en la loma del cerro, y en el claro del bosque ahí taba’ tío juan, más allá taba’ la abuela, entre las matas de gordolobo, ya no traia chiquiadores los habia cambiado por flores amarillas.
Al regreso mamá ya no cerró la tranca, la dejó abierta y ya jamás volvimos al mundo de Alicia.
Supongo que mamá dejó la tranca abierta pa’ que Don Quijote, el tío Juan y la abuela, ronden por el bosque libres, sin necesidad del sol de la mañana.
Zimapán Hidalgo México.
Agosto 2020EGM
Sierrita Linda Hgo.