La mujer en la Minería. Recuerdos de mi abuela
Por Osmand Romero
Lic. En Historia de México
Maestría en Educación.
Incontables son las veces que se ha hablado de la vida de los mineros, aquellos hombres que dedicaron en su vida a extraer desde las profundidades de la tierra aquel metal tan preciado. Los abuelos y bisabuelos que en su juventud se dedicaron a esta labor son los que amenizan las reuniones familiares cuando ellos se ponen a platicar de sus vivencias que tuvieron en las minas, acciones en estos días heroicas que son dignas de admiración ante todos los invitados, hijos, nietos y bisnietos. Pero algo que no se ha tomado con mucha seriedad son los relatos de las abuelas y bisabuelas, ellas tienen muchas historias que contar, ya que detrás de un minero siempre estaba su esposa que procuraba que todo estuviera bien para él. A continuación, te relataré algunas anécdotas que mi abuela paterna Ventura Trejo quien me contó sobre su experiencia de ser la esposa de un minero. Todo esto ubicado en Real del Monte entre los años 40 y 60 del siglo pasado.
Cuando una mujer cumplía cierta edad y comenzaba a ser cortejada, un joven minero la pretendía, este hombre llevaba pocos años de haber comenzado a trabajar en la mina, y se interesaba en aquella chica que veía sola o acompañada de su madre en las plazas y mercados, esto motivaba al joven en pretender a aquella chica. Por su parte, el hecho de que fuese pretendida por un minero, era para ella muy buena señal, porque se daba cuenta en base a ese trabajo la buena estabilidad económica que este hombre podría brindarle; la que no esté pretendida por un minero mejor no seas pretendida por nadie, esa era la situación en que se encontraban.
Cuando esta era cortejada por el minero por lo general la llevaba a uno de los dos cines que existieron en la primera mitad del siglo XX; uno se ubicaba enfrente del monumento a Juárez; el otro enfrente del Templo de Señor de Zelontla. Otra atracción era el del teatro ubicado en el hoy Jardín de Niños Francisca Rubio Manzano, también incluían funciones de box o de lucha libre. En las fiestas tradicionales del Dulce Nombre después de las procesiones la joven pareja se dirigía directamente al kiosco, lugar donde se establecía el conjunto musical para tocar las canciones del momento y así deleitar al público y bailar alegremente. Lo mismo sucedía en aquellas fiestas de percal donde las mujeres elaboraban su propio vestido y así lo lucían en el baile a lado de su pretendiente.
Al momento de unirse en matrimonio, las labores se dividían entre los dos, los hombres al duro trabajo para ganarse el sustento de la familia, dedicando varios años de su vida a la minería. La mujer sabía de la vida de la mina gracias a los relatos de su marido o de los que otras esposas compartían al momento de lavar la ropa en los lavaderos o al saludarse cuando se encontraban por casualidad, ya que ellas no podían entrar a las minas, se tenía la vieja creencia que si una mujer entraba a la mina, esta se encelaría y dejaría de producir metal, por esa razón solo permitían la entrada a hombres, lo menciona Patricia Cox en su libro Ruta de Plata. Solamente se le permitía una vez al año entrar a la mujer a la mina, o dependiendo las misas que le hacían a la virgen que se tenía adentro, cuenta mi abuela Ventura Trejo: esto era en una misa solemne que se le hacía a la Virgen de Guadalupe en La Rica, La Purísima Concepción y Dolores en las minas que llevan ese nombre, la única condición era que estos tenían que estar acompañadas de su esposo, para que esta pudiera descender 500 metros, los días que se acostumbraba hacer misa era: 8 de Diciembre para la mina La Purísima, para La Rica el 12 de Diciembre y 19 de Marzo para Dolores.
La esposa del minero se dedicaba a los labores del hogar y a la crianza de los hijos, el numero era muy variado, ya que en aquellos tiempos lejanos de la primera mitad del siglo pasado no se contaba con el servicio médico que hoy en día contamos, por lo que el número de mortandad era muy alto, dando como resultado desde una limitada familia hasta una numerosa multitud de infantes.
Niños de familia minera, años 30
Entre las labores primordiales que tenía por obligación hacer la esposa del minero sin duda alguna era el lavar la ropa, comenzando desde su ropa que el marido se llevaba a trabajar, ya que debe estar impecable, los cuellos y las mangas debían de estar limpios sin una sola mancha y perfectamente planchados. Las servilletas donde llevaban su comida siempre blanca, los lienzos de aquella tela deben de ser perfectos sin arrugas así también su guangoche que era su bolsa de lona donde llevaban su comida, exigía estar inmaculado. Estos aspectos eran muy criticados entre mineros, ya que esto era un tipo de presentación ante todos de cómo era la limpieza en su hogar.
En los alimentos era mayor la exigencia, las tortillas debían estar hechas a mano, de buen tamaño, estas pueden ser amarillas, blancas o azules. La mujer debía de ser una experta en la cocina, ya que era casi una exigencia saber hacer cierta variedad al momento de preparar los guisos y no repetirlos constantemente, esto se debe a que los hombres presumían y compartían el guiso de sus esposas, haciendo un tipo buffet entre todos. A la hora del almuerzo se escuchaban frases como – Oye que rico le quedaron los frijoles refritos a tu señora, – otro decía- Eso no es nada prueba las gorditas que mi señora me preparó. Por lo tanto la comida debía ser deliciosa y suficiente, aunque los mineros no llegaban a conocer a las esposas de sus compañeros personalmente, su guiso era su carta de presentación, eso hablaba mucho de ellas, incluso del modo de expresarse de ambos. Si la esposa repetía el guiso de un día para otro, las servilletas no estaban limpias, o no hacía suficiente para todos era motivo de crítica hacia el esposo, haciendo comentarios negativos, los cuales repercutirían en la esposa cuando su marido llegue a casa.
Los platillos eran muy variados, les preparaban desde unos frijoles refritos, carne de puerco, chicharrón en salsa verde, guarumbos, quelites, pollo en adobo, mole de guajolote o gallina bien picoso para acompañarlo con un buen pulque. Había veces en que los mineros traían guisos de animales silvestres, como codorniz, conejo, cacomixtle, mapache, ardilla, zorrillo entre otros más, esto se debe a que el esposo iba de cacería y la esposa cocinaba el animal que le habían traído, esto usando una chispa de ingenio.
Cuando el minero recibía la paga, ya estaba destinado a quedarse en tres lugares, estos eran: los aboneros que venían a cobrar los muebles que habían sacado a pagos chiquitos, cómodos y largos, que no era solo uno eran varios. Luego debía ir a la pulquería a pagar su deuda que tenía con el tinacal que siempre estaba lleno cuando él iba a pagar o consumir, y por último al hogar le daba lo que sobraba después de liquidar sus deudas, así de esa manera la esposa debía de administrar el gasto que le tocaba.
Ella tenía que hacer rendir el gasto de lo que el minero le daba para que todos comieran y vistieran, compraba su mandado, en el mercado Camerino Z. Mendoza, Plaza del Maíz y Plazuela de San Vicente. La Plaza del Maíz se ubicaba en la actual avenida Hidalgo, como su nombre lo indica ahí se vendía maíz y gran variedad de semillas, su día de venta era los sábados, la medida con que se vendía el maíz, frijol, garbanzo etc., era por cuartillo y venían comerciantes y campesinos de pueblos circunvecinos a ofrecer su producto como Omitlán, Huasca y Atotonilco. El Camerino Z. Mendoza ubicado en la calle del Ahuizote, el cual colinda justo enfrente del monumento al Minero y La Plazuela de San Vicente que se encuentra en el barrio del mismo nombre y está justo arriba del mercado ya mencionado, vendían accesorios más cotidianos y alimentos, en cosas comunes tenemos el Xixi, esta era una fibra para poder lavar trastes muy efectiva que era de uso de primera mano. En cuanto alimentos estos se aprovechaban de lo que la madre naturaleza les daba; la tuna para hacer su xoconostle en sus guisos o para alguna salsa que lo requiriera, los nopales para que de la misma forma acompañar o simplemente cocer. También vendían los distintos animalitos que necesitara la mujer como es el caso de los pollos, guajolotes o puerquitos para engorda. La cooperativa minera que se encontraba cerca de la planta sur del mercado Camerino Z. Mendoza cumplía una importante función para las familias mineras, ya que en ellas se vendían lo que es Ropa y Baterías de cocina que se necesitara, todo lo podía encontrar en ese lugar, para que no faltara nada a la familia de un minero. Las botas en la mayoría de las veces eran de la fábrica Real Eterno, estaba ubicado enfrente del monumento a Juárez.
Por lo general la mujer enviudaba joven, el marido moría por los distintos accidentes que había en las minas, o en ocasiones cuando este se lograba retirar de la mina porque empezaba a padecer una enfermedad que acababa con sus pulmones llamada Silicosis. La viuda estando joven tenía que buscar nuevas fuentes de ingreso a su familia y esta tenía que ganarse la vida, lo hacía de distintas maneras, como lavar ajeno, trabajar en una casa, remendar ropa, hacer viajes de leña o agua en burro etc. El mayor se ponía a trabajar desde muy pequeño, en un principio en un terrero y posteriormente a una mina para solventar algunos gastos de la casa que alcanzaba a pagar y así regresaba en parte la tranquilidad económica que su padre había dejado tiempo atrás.
Aquel hijo casi de manera inmediata pasaba a ser el sostén de la familia y al poco tiempo él se casaba con aquella joven que pretendía y así se repetía el ciclo ya narrado.