Paste y el fogón de la abuela
Por Osmand Romero
Lic. en Historia.
Marie era una gata que vivía en la pasteria de una de mis tías, ella era risueña, alegre y juguetona, de color blanco con manchas grises y una M en la frente. A poco menos de seis meses de haber llegado queda embarazada, mi abuela deseosa de querer tener un gato se entera de esa noticia y aparta un macho antes de saber cuantos eran y de qué color saldrían. Llega el momento del esperado momento y nacen cerca de un horno de pastes el cual brindaba de calidez cuando Marie necesitaba comer o hacer sus necesidades. Fueron en total 6 bebitos, de los cuales dos fueron machos.
Pasaron dos meses y medio aproximadamente y llegan a la casa mi prima y tía con una cajita donde había un gatito de color gris con la M en la frente tal como su madre, se veía muy triste y estresado, pues se supo que el fue el último de aquella camada en despedirse de su madre y claro que te preocupaba saber a dónde iba a vivir.
Cuando llegó aquel gatito no estaba su nueva dueña, pues ella fue a la Ciudad de México a un chequeo médico, así que tuvo que esperar a conocerla. Mientras tanto se quedó conmigo unos días en lo que ella regresaba. Traté de hacerle una caricia, pero de inmediato gruñó feroz y tiernamente se fue al fondo de un comedor y unas sillas para que no lo viera nadie y analizara el campo, así que no me quedo de otra que dejar comida y agua para después.
Muy entrada la noche dio las primeras señales de socialización por lo que supuse que ya quería agarrar confianza, así que me levanté para verlo, no muy seguro se me quedó viendo, pero aceptó mi invitación de compartir la cama esa noche y muchas más, desde ese momento siento que forjamos un buen lazo de amistad de hombre y gato el cual sigue hasta hoy en día.
Cuando mi abuela lo conoció por fin, ella quedo encantada, pues le pareció muy lindo y simpático, por su parte se acopló perfectamente bien a ella, su momento favorito era cuando mi abuela encendía el fogón y ella se sentaba a lado del, ya que aquel gato se ponía en su regazo y dormía calientito.
Le dije a mi abuela que había que ponerle un nombre y debía ser pronto, ya que cada día salía más tiempo al patio y debíamos distinguirlo entre los demás animales de la casa, así como gatos de los vecinos, ella no dijo nada y decidí llamarlo Paste, le puse este nombre por la simple y sencilla razón de que había nacido en una pasteria y es algo típico de estos rumbos, parece que le quedó bien, así como original, al menos pienso eso.
Conforme pasaron los meses Paste y mi abuela se hicieron inseparables, eran muy felices, el siempre con ella y ella con él, juntos los dos, desde que amanecían hasta que iban a dormir, es curioso ya que ella decía ya vámonos gato y de inmediato la alcanzaba a descansar, sin duda alguna su compañía la llenó de alegrías y comprensión para enfrentar la soledad que mi abuelo le dejó el día que se fue.
Todo parecía felicidad hasta que llegó aquel fatal día en que a la abuela le detectaron un mal que fue poco a poco aminorando su salud, por lo que la tuvieron que llevar a realizar distintos análisis, por lo que decidieron mudarla a un departamento para que estuviera cerca de los servicios de la ciudad, el único detalle es que fue sin Paste, por lo que cerraron la casa y lo sacaron al patio a su suerte. Llegué a pensar que se iría a vivir a la calle o buscaría otra familia, pero no fue así ya que el nunca se ha ido, lo que sí es claro es su actitud hacia nosotros, ya que se volvió un poco frio y calculador, regresando en cierta parte a su instinto primitivo para sobrevivir a los peligros de las calles, pero nunca olvidando que tiene su propia casa el cual te hace volver siempre.
Mi abuela estando en aquel departamento se acordaba de su gato constantemente, por lo que mandaba pollo, sobres y croquetas, ya que se le hacia cargo de conciencia no estar con el gato, pero siempre le decíamos que no se preocupara, ya que él estaba bien y siempre le dábamos de comer, aun así, lo encargaba muchísimo.
Recuerdo que en esos entonces visitaba a mi abuela después del trabajo a su departamento para comer y platicar con ella, uno de los temas principales era el gato y sus plantas, yo le respondía que estaba bien y que no se preocupara, pero siempre decía “cuídalo mucho dale de comer siempre, luego te pago las croquetas y no olvides echarle agua a mis plantitas,”, y claro que le reiteraba que no se preocupara.
Cuando mi abuela iba a la casa para ver cómo estaba todo, lo primero que buscaba era a su gato. Cuando Paste la veía de inmediato cambiaba hacia ella, que sus ojos serios y melancólicos se iluminaban con unos de felicidad y dicha de ver a su dueña de vuelta a casa, y de nuevo ambos se sentaban cerca de aquel tibio fogón que los arropaba de calor en los días de otoño e invierno. De nuevo había paz aparente hasta un día el destino jugó de nuevo con el gato, mi abuela y con nosotros, ya que ahora la separación fue definitiva ya que mi abuela dejo aquel 7 de noviembre de 2015 este mundo terrenal.
Cuando ella fue velada Paste estuvo presente, estoy seguro de que sabía que estaba pasando, ese día y algunos más yo noté un luto en él, pues no hacía ruido en absoluto, ni un maullido, recuerdo incluso que cuando eran los rezos estaba presente, cerca de las oraciones, sentado y serio.
Posteriormente llegó momento de él y de nosotros el retomar nuestras vidas y le dio un giro a su vida gatuna solitaria, pues aquel gato casero se volvió un líder y protector de una manada de muchos gatos, que por cierto algunos son iguales a él, claramente se ve que son sus hijos gran parte de ellos.
¿Sabes algo Paste? me alegra mucho eso porque no estas tan solo después de todo y lo mejor que no te olvidas de nosotros, ya que vienes a la casa en las mañanas a comer y revisar tu espacio, así como tus visitas los fines de semana, días que te la pasas todo el tiempo donde llegaste en un principio, sentado en la silla donde te acomodabas en su regazo un largo rato, viendo a tu alrededor, maullando queriendo entrar en conversación con la familia, conociendo a cada nuevo miembro que nace, así como cada festejo y fecha importante. Tu estas aquí Paste conviviendo y construyendo recuerdos, ahí sentado en la silla que está cerca del fogón de la abuela.
Ya han pasado diez años desde que llegaste a mi vida, aunque llegues tarde a comer siempre procuro tener tiempo para ti, porque eres un recuerdo vivo del amor de mi abuela, y quiero que sepas que el verte me transporta a esos tiempos en donde los tres estábamos juntos y felices, yo quiero que estes bien, porque si lo estas yo también lo estaré.