El enemigo es el Androcentrismo
Por: Daniel Alonso Rodríguez P.
Joven Activista Mexicano, Nominado al premio Nobel de la Paz 2017, uno de los Conferencista más joven en la universidad de Harvard en la México Conference 2019, Medalla de honor “Congreso con valores” del H. Congreso del estado de Puebla. Reconocido como uno de los 50 personajes que trasforman a México por la revista Quien (2017), integrante de la terna a representar a la región Centro-Occidente en la Asamblea Consultiva de la Comisión Ejecutiva de atención a Víctimas del Gobierno de México.
En el mundo, la lucha contra la discriminación es tarea de todos los días; diversos mecanismos gubernamentales y organismos no gubernamentales centran sus esfuerzos para lograr erradicar el odio, la intolerancia, la discriminación y lograr colocar a la diversidad como parte de cohesión de la sociedad misma y aunado a ello, lograr un equilibrio en la asimetría de los géneros. El lenguaje juega un papel fundamental en los avances para lograr una convivencia armónica entre toda la población. Las palabras crean, presentan y codifican lo existente, es por ello la gran importancia de lograr generalizar en el lenguaje verbal y escrito, las diversas expresiones e identidades del ser humano. Pero es casi imposible si no se tiene en claro a que se enfrenta en este camino, cuál es el enemigo a vencer para lograr que todas y cada una de las identidades y géneros se vean plenamente representadas y representados. Los sistemas lingüísticos históricamente presentan un sesgo óptico a lo masculino, a lo cual se le ha denominado como Androcentrismo, palabra derivada del griego “andros” (hombre) que implica la presencia única de la mirada masculina, centrando en las consideraciones propias de que el hombre es la medida y el modelo de la representación de la humanidad (proveniente de una falsa idea concentrada en roles de género sexistas y atribuciones de reproducción, que se ha transmitido de generación en generación). El Androcentrismo también impone un tipo de masculinidad que invisibiliza y elimina el reconocimiento de la diversidad entre los propios hombres; siendo el único modelo (el tradicional) de una figura con atributos de cierta condición social, preferencia sexual y apariencia física. Partiendo entonces de una figura de masculinidad que se distingue por ser jefe de familia, sin discapacidad, “blanco” y heterosexual, quienes no cumplen con dicha especificación que la tradición androcentrista ha pregonado e impuesto (en diversos modelos sociales) es segregado y señalado. La tradición Androcentrista es una expresión meramente de extracto social, construida y validada por modelos de crianza que centran su prácticas en roles de género que estigmatizan el papel que juegan las diversas expresiones e identidad de género que siempre ha estado presentes en la historia de la humanidad, tal tradición ha sido compartida de forma cotidiana (generalmente sin tener conocimiento de ello) generando expresiones de “sentido común” que han pasado de generación en generación, arraigando en el tejido social, vulnerando sin fines de Derechos Humanos y consolidando una sociedad que se ve afectada por diversas aristas que han partido de modelos androcentristas, tradicionalistas, sexistas, clasistas y homofóbicas. Por ello, hacemos un llamado enérgico a adoptar, implementar y difundir modelos de crianza que eliminen los roles de género y logren centrar sus esfuerzos en el pleno reconocimiento de la diversidad, las identidades y expresiones del género. El cambio posible radica en la crianza.